Habitamos todos los días lugares públicos y privados. El hombre frecuenta templos de consumo, se rodea de extraños, se comunica sin comunicarse, se refleja en los espejos de los otros donde sólo encuentra una superficie vacía.
En éste contexto desmedido de imágenes y de productos industriales en serie, siente en su hogar un lugar de cobijo y contención, donde al final del agitado día puede relajarse y descansar.
Ese deseo de llegar a nuestra casa, desvestirnos y ponernos cómodos, ¿no es quizás una necesidad de sacarnos de una vez nuestro vestido social y encontrarnos al final del día con la desnudez de nuestra subjetividad?
Por otro lado, transitamos por espacios públicos todos los días: supermercados, despensas, oficinas, bancos, lugares comerciales de todo tipo. Porqué entonces no comenzar a trabajar a través del diseño social en estos sitios en los que pasamos gran parte de nuestro día y proponer nuevas miradas que puedan transformar las “verdaderas necesidades” en propuestas concretas.
Tal vez pensemos que el desafío más grande al que nos enfrentamos al idear un proyecto interiorista de índole comercial sea analizar y trabajar sobre múltiples variables que tendrán que tener en cuenta el aprovechamiento del espacio, la iluminación, los colores, texturas y las últimas tendencias que nos imponen de afuera. Pero no es así. Se trata sin duda de un análisis mucho más profundo en cuyo centro está fundamentalmente ese hombre y sus modos de vida social cada vez más escasa en términos de alteridad y extrañeza.
Análisis que nos invita a intentar no caer en los ¨no lugares¨, esos espacios de anonimato que muy bien describe Marc Augé, desde la antropología. Lugares sin estilo ni identidad. Lugares de paso que no nos brindan momentos para el diálogo, para una pausa en el tiempo y menos para una mirada detenida.
Esta coyuntura contemporánea que él denomina ¨sobremodernidad¨, no es otra cosa que una modernidad en exceso, desbordada y salida de su propio eje. Ese ¨no lugar¨ se identifica con el espacio de tránsito de flujo, dominante en este tipo de sociedades, que desplaza la hegemonía del lugar antropológico: fijo y estable, sede de la identidad y la subjetividad.
Cuanto más vértigo nos produce la expansión de las ciudades, cuantos más dispersos son los nuevos barrios, más necesitamos incorporar a la memoria colectiva nuevos espacios que nos identifiquen con nuestro entorno: la plaza del pueblo, los históricos bares, las pulperías, las fiestas tradicionales, las antiguas casonas que se mantuvieron en pie durante más de cien años. Recuperar y poner en valor aquellos patrimonios culturales significativos contribuye a fortalecer nuestra complicidad de compañeros-vecinos de espacio y tiempo.
Por eso y para que ello suceda, primero deberíamos comenzar por los espacios privados. Pensar nuestra casa no solamente como refugio para nuestra familia sino imaginar los espacios para compartir con ¨esos otros¨ tan esenciales como son los amigos.
Desde Fermín Arte de Autor pensamos el diseño como herramienta no sólo al servicio de la estética y del lugar, sino también al servicio de poder alterar el “orden” actual, establecido. Insistimos en el desarrollo de proyectos que puedan crear, recuperar, intervenir y transformar a través de la mano del hombre, esos espacios cómodos, cálidos, acogedores, que inviten a permanecer, a intercambiar con otros, a volver a instalar la magia de la conversación recuperando aquellas viejas costumbres que tanto añoramos pero que no fuimos capaces de sostener.
Belén Domínguez
Integrante del equipo de diseño de Fermín Arte de Autor